miércoles, 16 de julio de 2008

¿Quien es el monaguillo?


Los monaguillos son ministros, niños o jóvenes, que asisten al sacerdote, en todas las celebraciones de la liturgia y procesiones. Los monaguillos desempeñan diversas funciones en el altar (acompañar al sacerdote, llevar al altar el pan, vino y agua; retirar el cáliz, etc.) con el objeto de ayudar al orden y belleza litúrgica, además, de incentivar la participación, la devoción y el recogimiento de los fieles. En estos menesteres hace algunas de las funciones del acólito, pero sin haber recibido este ministerio.
En la Instrucción Redemptionis Sacramentum, párrafo 47 menciona: "Es muy loable que se conserve la benemérita costumbre de que niños o jóvenes, denominados normalmente monaguillos, estén presentes y realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. No se puede olvidar que del conjunto de estos niños, a lo largo de los siglos, ha surgido un número considerable de ministros sagrados. Institúyanse y promuévanse asociaciones para ellos, en las que también participen y colaboren los padres, y con las cuales se proporcione a los monaguillos una atención pastoral eficaz. Cuando este tipo de asociaciones tenga carácter internacional, le corresponde a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos erigirlas, aprobarlas y reconocer sus estatutos.
En su mensaje a los monaguillos el Papa Juan Pablo II nos afirma que "el monaguillo ocupa un lugar privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Quien sirve en la Misa, se presenta a una comunidad. Experimenta de cerca que en cada acto litúrgico Jesucristo está presente y obrante. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para orar y dar gloria a Dios. Jesús está presente en las palabras de las Sagradas Escrituras. Jesús está presente sobre todo en la Eucaristía en los signos de pan y del vino. Él actúa por medio del sacerdote que “in persona Christi” (en persona de Cristo) celebra la Santa Misa y administra los Sacramentos".
El Sacrosanctum Concilium, en su párrafo 29 menciona que “los monaguillos desempeñan un auténtico ministerio litúrgico; han de ejercer su oficio con orden y sincera piedad; y con este fin es preciso que cada uno esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea instruido para cumplir su función". Con lo anterior, entonces se puede decir que el monaguillo no es sólo un ayudante del sacerdote, sino que es un “servidor de Jesucristo, el sumo y eterno Sacerdote”. Hay que tener presente que la labor de un monaguillo no sólo es una obligación, sino debe ser tomado como un gran honor, debe considerarse un auténtico servicio santo. Cada vez que el monaguillo se reviste con su hábito, debe recordar “al hábito bautismal, cuyo significado profundo expone san Pablo: En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo (Ga 3, 27)”.
El papa Juan Pablo II les recuerda a los monaguillos que antes de haber sido revestidos con el hábito del monaguillo, fueron revestidos con el traje bautismal y es el bautismo el punto de partida del “auténtico ministerio litúrgico” "Ustedes son la luz del mundo" (Mt 5, 14). Su servicio no puede limitarse al interior de una iglesia. Debe irradiarse en la vida de todos los días: en la escuela, en la familia y en los diversos ámbitos de la sociedad, dado que quien quiere servir a Jesucristo en el interior de una iglesia debe ser su testigo en todo momento y lugar. Entonces, se puede decir que un monaguillo es:
• Un muchacho que a través del Bautismo se convirtió en amigo y seguidor de su maestro Jesús.
• Un muchacho que tiene la función de servir en el altar (llevando las vinajeras, candeleros, incienso, cruz, vasos sagrados, sonando la campana, etc.)
• Un muchacho que se compromete a ser mejor en la familia, la escuela, la capilla, el puesto, etc. Siendo sincero, obediente y contento.

El monaguillo es servidor

El monaguillo es destinado al servicio del altar y ayuda del sacerdote y del diácono”, dice la Introducción General del Misal (no 65). La palabra clave en esta frase es “servicio”. El monaguillo está llamado a servir, muy en especial en la celebración eucarística. Cristo y el prójimo sirven. También la comunidad creyente y el mundo sirven: todos los cristianos están llamados a servir. El monaguillo tiene el privilegio de expresar y vivir esta vocación. En el servicio de la liturgia. Pero de esta nobleza de su función, fluye también el deber de cumplir esta tarea de servicio de una manera constante, digna, alegre y devota. Y eso sólo es posible si conoce bien su tarea.

jueves, 3 de julio de 2008

“Para mi la vida es Cristo y el morir una ganancia” (Flp 1, 21)


San Tarsicio:

"Descuide, Padre, que antes de tocar la Sagrada Eucaristía tendrán que pasar por mí cadáver”


Queridos monaguillos si queremos, ir descubriendo el valor del servicio que prestan al altar es necesario que primero conozcan la espiritualidad de su patrono, San Tarsicio. Para ello, presento el relato del martirio de San Tarsicio:


Valeriano era un emperador duro y sanguinario. Se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.


Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados, los cogían de improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo. El pequeño Tarsicio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedo grabada fuertemente en su alma de niño y se decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora, que "ojala" —decía el—fuera ahora mismo".


Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda a los otros encarcelados que no tienen sacerdote y que por lo mismo no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que se avecina, si no reciben el Cuerpo del Señor. Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables, jóvenes fornidos y también manecitas de niños angelicales. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.
Uno de estos tiernos niños es Tarsicio. Ante tanta inocencia y ternura exclama, lleno de emoción, el anciano Sixto: "¿Tú también, hijo mío?" "¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años".


Ante tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarsicio, de apenas once años, con esta recomendación: "Cuídalas bien, hijo mío". "Descuide, Padre, que antes pasaran por mi cadáver que nadie ose tocarlas".


Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando. "Hola, Tarsicio, juega con nosotros: Necesitamos un compañero". "No, no puedo. Otra vez será", mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho. Y uno de aquellos mozalbetes exclama: "A ver, a ver que llevas ahí escondido". Y otro: "Debe ser eso que los cristianos llaman", e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, derrama sangre. Todo inútil. Ellos no se salen con la suya. Tarsicio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que el ama más que a si mismo...


Al momento pasa por allí Cuadrado, un fornido soldado que está en el periodo de catecumenado y conoce a Tarsicio. Huyen corriendo los niños mientras Tarsicio, llevado a hombros por Cuadrado, llega hasta las Catacumbas de San Calixto, en la Vía Appia. Al llegar, ya era cadáver. Desde entonces el frío mármol guarda aquellas sagradas reliquias, sobre las que escribió San Dámaso: "Queriendo a San Tarsicio almas brutales, de Cristo el Sacramento arrebatar, su tierna vida prefirió entregar, antes que los misterios celestiales".


Ahora nacen algunas interrogantes, para ir profundizando el servicio que prestas, a la Iglesia, especialmente al Sacerdote en el altar.

a) ¿Estás seguro de desempeñar con compromiso, tu servicio?

b) ¿Por qué consideras que es importante el servicio del monaguillo?

c) ¿Quieres esforzarte por comprender mejor tu servicio?