sábado, 27 de septiembre de 2008

Dios; Autor de todo lo creado


Cuando hablamos de Dios, brota enseguida una interrogante: ¿Quién es Dios?. Para responder a ello debemos volver nuestra mirada hacia la Sagrada Escritura y leer el relato de zarza ardiendo (Ex 3, 1 – 14).

En este texto encontramos el diálogo de Dios con Moisés, por medio, de una teofanía. Es ahí, donde Dios da a conocer su nombre, se comunica a sí mismo, siendo capaz de ser íntimamente conocido y de ser invocado personalmente. Al revelar su nombre misterioso de YHWH, “Yo soy el que es” o “Yo soy el que soy” o también “Yo soy el que Yo soy”, Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar.

Dios, “El que es”, se reveló a Israel como el que es “rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6), misericordioso, clemente y fiel (Ex 34, 5 – 6). El es la Verdad, que rige todo el orden de la creación y el gobierno del mundo. Cuando envíe su Hijo al mundo, será para “dar testimonio de la Verdad” (Jn 18, 37) y nosotros “sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero” (1 Jn 5, 20).

Dios es amor. Este amor es “eterno” (Is 54, 8). “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará” (Is 54, 10). “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti” (Jer 31, 3).

Pero San Juan irá todavía más lejos al afirmar: “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo; él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar de él.

Creer en Dios único y amarle exige:

a) Reconocer la grandeza y la majestad de Dios.

b) Vivir en acción de gracias.

c) Reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos “a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26)

d) Usar bien de las cosas creadas

e) Confiar en Dios en todas las circunstancias.

Es por ello, importante tener en cuenta que:

Dios crea el universo.

“En el principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gen 1,1). La creación, que también se llama “el universo”, consta de seres espirituales (los ángeles) y materiales (que son los animales, los vegetales y los minerales). El hombre fue creado como síntesis de la creación, porque es espiritual y es material. Todo lo hizo de manera ordenada, porque Él es Sabio.

Todo lo hizo por amor, porque Él es amor.


La creación del hombre.

El hombre, que participa del espíritu y de la materia, fue creado por Dios “a su imagen y semejanza”. “El hombre es la única criatura a la que Dios ama por sí misma”. Es la cumbre de la creación. Al crear al hombre, Dios le encarga todo lo creado para que fuera su dueño y lo cuidara. Lo hace “Señor” de todas las criaturas.

Dios te creó a ti personalmente

“Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía” (Jer 1,5). Tú no eres uno más en el mundo, Dios pensó en ti y en tú nombre antes de crearte, y te creó con amor. Él te conoce y te tiene un plan que te lo propone.

Tú nunca lo rechazas y no tengas miedo de entregarte y confiar en Él.

viernes, 15 de agosto de 2008

UN SERVICIO REQUIERE DE FORMACIÓN


Los servidores del altar, ocupan un lugar privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Colaboran durante la Eucaristía y otras celebraciones, en las que participa la comunidad cristiana. Es así, como en cada acción litúrgica experimentan la cercanía de Jesucristo: presente y operante. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para orar y alabar a Dios. “Jesús está presente en la palabra de la Sagrada Escritura. Jesús está presente, sobre todo, en la Eucaristía, bajo las especies del pan y del vino. Actúa por medio del sacerdote que, in persona Christi (en persona de Cristo), celebra la santa misa y administra los sacramentos”. (Juan Pablo II : Catequesis “Vuestro ministerio del altar es un auténtico servicio santo”, 1 de agosto de 2001).

Imagina cuanto te ama Dios. Él mismo te ha llamado para servir al sacerdote, pero en verdad, el servicio que prestas es de forma directa a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, el Verbo de Dios encarnado, que padeció, murió en la cruz y resucitó al tercer día. El mismo nos dijo: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Y tú: ¿Qué haces para conservar esta amistad tan valiosa?

Debido al gran servicio que prestas, es necesario una formación adecuada, no tan solo para prestar una buena asistencia al sacerdote en la Eucarística y los demás sacramentos, y celebraciones, sino también, para ir aprendiendo cuestiones de fe que muchas veces pasan desapercibidas. Es por ello, que encuentro necesario antes de comenzar contenidos de formación directa para un acólito, ver temas que vayan acrecentando nuestra vida cristiana, para que seamos capaces de anunciar de palabra y obra, la vida y el mensaje de Jesucristo, que es “Camino, Verdad y Vida” (Juan 14, 6). Los temas se presentan a continuación:


Primer Tema:

Dios; Autor de todo lo creado.

Segundo Tema:

Jesucristo; Hijo de Dios, el Salvador.


Tercer Tema:

Espíritu Santo; don dejado por Cristo para permanecer en su amor.


Cuarto Tema:

La Virgen María y la importancia del Rosario.




lunes, 4 de agosto de 2008

Ser y no parecer



"El llamado que Cristo hace es directo y personal"


La palabra acólito viene de la lengua griega (akóluthos) y que significa “acompañante” pues acompaña y ayuda al sacerdote en celebraciones como la misa.
La misión real de un monaguillo no es sólo revestirse y ayudar al Sacerdote, sino que consiste en vivir cristianamente, es decir, mostrando a los demás como se debe vivir y actuar en la Celebración Eucarística. Un monaguillo es quien debe de conocer más la vida y persona de Jesús y quién está preocupado de manera especial en conocer su doctrina, la doctrina de la Iglesia. Esto implica que ha de ser responsable, debe de obedecer y ayudar a sus papas, estudiar y obtener muy buenas calificaciones, ayudar a quien lo necesite (sin importar si es un desconocido o familiar, si es amigo o enemigo) llegar temprano a misa, etc. Así mismo, debe de mantenerse integrado a su grupo de monaguillos y buscar siempre la amistad en Cristo con cada uno de sus compañeros.
Como monaguillo conocerá más profundamente lo que es la Santa Misa y el sentido de cada uno de sus partes. Al ayudar en una Misa, estamos en el altar a unos pasos del Sacerdote, -es más estamos a unos pasos de Jesús, en aquel altar donde se nos ofrece y actualiza aquel banquete que celebró con sus Apóstoles en la Última Cena- y delante de mucha gente. Imagina qué pensaría la gente si al llegar a Misa se encuentran con un monaguillo sucio, desarreglado, que no presta atención y que no comulga...¡Se decepcionaría! y ¿Qué pensaría Jesús, que te llamo por medio del Sacerdote, o de un amigo o de aquella persona que te invito a participar del grupo de monaguillos? ¿Estaría contento de que desaprovecharas la invitación que te ha hecho?
Nosotros no podemos ser así, porque al estar en el altar, damos el ejemplo de como comportarse dentro del Templo. Tenemos que llegar temprano a Misa, revestirnos, lavarnos las manos y peinarnos; y en la ceremonia debemos de dar el ejemplo de disciplina prestando mucha atención al padre y respondiendo en voz alta cuanto se deba.
Debemos mantenernos cerca del sacerdote y apoyarlo, viendo en él a Cristo Sacerdote. Por último, para ayudar en una Misa debemos estar en gracia de Dios, es decir, habernos confesado. Por medio de este sacramento recuperamos el estado de gracia, la paz, la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu, el aumento de la fuerza espiritual que nos lleva a proclamar a Dios en todo momento y todo lugar. Es tan fundamental este sacramento, puesto que, nos dispone para recibir a Cristo Sacramentado. Imagina que va un día a tu casa, una visita muy esperada, muy querida por ti. ¿Como la recibes? Imagina ahora: ¿Qué harías si te visita Cristo?
Este es el testimonio que debes dar, pero para dar un testimonio, debes “ahora” empezar a vivir la vida en Cristo y serás luz deslumbrante de la vida Cristiana. Es así como, la gente imitará el ejemplo; pero si no lo hacemos, ellos tampoco lo harán. En Resumen para ser un buen monaguillo debes amar y servir a los demás pues amando y sirviendo a nuestros hermanos, amamos y servimos a Dios; has de dar ejemplo a los demás de una vida cristiana dentro del Templo y sobre todo fuera de él. En este grupo aprenderás mucho y también del Evangelio, peor piensa que si no aplicas lo que oyes y aprendes, de nada sirve que vengas, recuerda además que este compromiso es con Dios, entonces pídele su ayuda para ser como él desea.

miércoles, 16 de julio de 2008

¿Quien es el monaguillo?


Los monaguillos son ministros, niños o jóvenes, que asisten al sacerdote, en todas las celebraciones de la liturgia y procesiones. Los monaguillos desempeñan diversas funciones en el altar (acompañar al sacerdote, llevar al altar el pan, vino y agua; retirar el cáliz, etc.) con el objeto de ayudar al orden y belleza litúrgica, además, de incentivar la participación, la devoción y el recogimiento de los fieles. En estos menesteres hace algunas de las funciones del acólito, pero sin haber recibido este ministerio.
En la Instrucción Redemptionis Sacramentum, párrafo 47 menciona: "Es muy loable que se conserve la benemérita costumbre de que niños o jóvenes, denominados normalmente monaguillos, estén presentes y realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. No se puede olvidar que del conjunto de estos niños, a lo largo de los siglos, ha surgido un número considerable de ministros sagrados. Institúyanse y promuévanse asociaciones para ellos, en las que también participen y colaboren los padres, y con las cuales se proporcione a los monaguillos una atención pastoral eficaz. Cuando este tipo de asociaciones tenga carácter internacional, le corresponde a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos erigirlas, aprobarlas y reconocer sus estatutos.
En su mensaje a los monaguillos el Papa Juan Pablo II nos afirma que "el monaguillo ocupa un lugar privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Quien sirve en la Misa, se presenta a una comunidad. Experimenta de cerca que en cada acto litúrgico Jesucristo está presente y obrante. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para orar y dar gloria a Dios. Jesús está presente en las palabras de las Sagradas Escrituras. Jesús está presente sobre todo en la Eucaristía en los signos de pan y del vino. Él actúa por medio del sacerdote que “in persona Christi” (en persona de Cristo) celebra la Santa Misa y administra los Sacramentos".
El Sacrosanctum Concilium, en su párrafo 29 menciona que “los monaguillos desempeñan un auténtico ministerio litúrgico; han de ejercer su oficio con orden y sincera piedad; y con este fin es preciso que cada uno esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea instruido para cumplir su función". Con lo anterior, entonces se puede decir que el monaguillo no es sólo un ayudante del sacerdote, sino que es un “servidor de Jesucristo, el sumo y eterno Sacerdote”. Hay que tener presente que la labor de un monaguillo no sólo es una obligación, sino debe ser tomado como un gran honor, debe considerarse un auténtico servicio santo. Cada vez que el monaguillo se reviste con su hábito, debe recordar “al hábito bautismal, cuyo significado profundo expone san Pablo: En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo (Ga 3, 27)”.
El papa Juan Pablo II les recuerda a los monaguillos que antes de haber sido revestidos con el hábito del monaguillo, fueron revestidos con el traje bautismal y es el bautismo el punto de partida del “auténtico ministerio litúrgico” "Ustedes son la luz del mundo" (Mt 5, 14). Su servicio no puede limitarse al interior de una iglesia. Debe irradiarse en la vida de todos los días: en la escuela, en la familia y en los diversos ámbitos de la sociedad, dado que quien quiere servir a Jesucristo en el interior de una iglesia debe ser su testigo en todo momento y lugar. Entonces, se puede decir que un monaguillo es:
• Un muchacho que a través del Bautismo se convirtió en amigo y seguidor de su maestro Jesús.
• Un muchacho que tiene la función de servir en el altar (llevando las vinajeras, candeleros, incienso, cruz, vasos sagrados, sonando la campana, etc.)
• Un muchacho que se compromete a ser mejor en la familia, la escuela, la capilla, el puesto, etc. Siendo sincero, obediente y contento.

El monaguillo es servidor

El monaguillo es destinado al servicio del altar y ayuda del sacerdote y del diácono”, dice la Introducción General del Misal (no 65). La palabra clave en esta frase es “servicio”. El monaguillo está llamado a servir, muy en especial en la celebración eucarística. Cristo y el prójimo sirven. También la comunidad creyente y el mundo sirven: todos los cristianos están llamados a servir. El monaguillo tiene el privilegio de expresar y vivir esta vocación. En el servicio de la liturgia. Pero de esta nobleza de su función, fluye también el deber de cumplir esta tarea de servicio de una manera constante, digna, alegre y devota. Y eso sólo es posible si conoce bien su tarea.

jueves, 3 de julio de 2008

“Para mi la vida es Cristo y el morir una ganancia” (Flp 1, 21)


San Tarsicio:

"Descuide, Padre, que antes de tocar la Sagrada Eucaristía tendrán que pasar por mí cadáver”


Queridos monaguillos si queremos, ir descubriendo el valor del servicio que prestan al altar es necesario que primero conozcan la espiritualidad de su patrono, San Tarsicio. Para ello, presento el relato del martirio de San Tarsicio:


Valeriano era un emperador duro y sanguinario. Se había convencido de que los cristianos eran los enemigos del Imperio y había que acabar con ellos.


Los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos. Era frecuente la trágica escena de que mientras estaban celebrando los cultos llegaban los soldados, los cogían de improviso, y, allí mismo, sin más juicios, los decapitaban o les infligían otros martirios. Todos confesaban la fe en nuestro Señor Jesucristo. El pequeño Tarsicio había presenciado la ejecución del mismo Papa mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedo grabada fuertemente en su alma de niño y se decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora, que "ojala" —decía el—fuera ahora mismo".


Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda a los otros encarcelados que no tienen sacerdote y que por lo mismo no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que se avecina, si no reciben el Cuerpo del Señor. Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el Cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan de ancianos venerables, jóvenes fornidos y también manecitas de niños angelicales. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos.
Uno de estos tiernos niños es Tarsicio. Ante tanta inocencia y ternura exclama, lleno de emoción, el anciano Sixto: "¿Tú también, hijo mío?" "¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años".


Ante tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas Formas y en un relicario las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarsicio, de apenas once años, con esta recomendación: "Cuídalas bien, hijo mío". "Descuide, Padre, que antes pasaran por mi cadáver que nadie ose tocarlas".


Sale fervoroso y presto de las Catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando. "Hola, Tarsicio, juega con nosotros: Necesitamos un compañero". "No, no puedo. Otra vez será", mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho. Y uno de aquellos mozalbetes exclama: "A ver, a ver que llevas ahí escondido". Y otro: "Debe ser eso que los cristianos llaman", e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan golpes, derrama sangre. Todo inútil. Ellos no se salen con la suya. Tarsicio por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que el ama más que a si mismo...


Al momento pasa por allí Cuadrado, un fornido soldado que está en el periodo de catecumenado y conoce a Tarsicio. Huyen corriendo los niños mientras Tarsicio, llevado a hombros por Cuadrado, llega hasta las Catacumbas de San Calixto, en la Vía Appia. Al llegar, ya era cadáver. Desde entonces el frío mármol guarda aquellas sagradas reliquias, sobre las que escribió San Dámaso: "Queriendo a San Tarsicio almas brutales, de Cristo el Sacramento arrebatar, su tierna vida prefirió entregar, antes que los misterios celestiales".


Ahora nacen algunas interrogantes, para ir profundizando el servicio que prestas, a la Iglesia, especialmente al Sacerdote en el altar.

a) ¿Estás seguro de desempeñar con compromiso, tu servicio?

b) ¿Por qué consideras que es importante el servicio del monaguillo?

c) ¿Quieres esforzarte por comprender mejor tu servicio?